Manos

Sí, me lo dijo. Me gustan las manos. Manifestó interés por tocarme las manos. Mire, las mías. Las mantengo sanas y libres de corrupción. Las manos son fusiles, de carga, de abrazos, de caricias, de creación, de ética. Las manos son la acupuntura del alma al dar lo que son y tienen. ¡Las manos de hombre!, enfatizó. Se preguntará porqué dije manos como fusiles. Porque se necesitan fuertes, listas para la batalla que día a día nos espera, en la guerra constante con nuestro destino, contra los que roban inmisericordemente, entre otras cuestiones cotidianas. Manos liberadoras y liberadas, manos dulces que nos sostengan en nuestros primeros pasos y en el final de la vida ante lo líquido y efímero de los momentos. Veo con detenimiento y alegría mis manos: ¡cómo han cambiado! y siguen unidas a mi cuerpo. Las acaricio suavemente y en silencio agradezco por ellas, además de cuidarlas.  Por eso al permitir que otras manos recorran mi cuerpo, las quiero fuertes y suaves a la vez, que no solo sean extensión del cuerpo ajeno, sino que estén vivas, que entreguen con pasión lo que se desean acariciar, tomar, palpar, poseer. Manos esclarecedoras. 

Tus palabras son valiosas